domingo, febrero 11, 2024

Estrés y Medicina Ortomolecular

Estrés y Medicina Ortomolecular

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Por: Doctora Laura Martino de Romero.

En una sociedad cargada de presiones, acelerada y violenta, nuestro organismo reacciona capacitándonos para hacer frente a estas situaciones produciendo modificaciones bioquímicas con consecuencias biológicas.

Con frecuencia nos vemos obligados a hacer frente a situaciones que alteran nuestros planes, afectan nuestras emociones y desestabilizan nuestro estado anímico. El estres actúa como un mecanismo natural de defensa para restablecer nuestro equilibrio interno, liberando en el ce­rebro dos sustancias:
1.- Adrenalina, que actúa inmediatamente como un reflejo de lucha y defensa,
2.- Adrenocorticotrofina (ACTH) que es­timula a las glándulas suprarrenales, que se encuentran sobre los riñones, para que produzcan Cortisol, hor­mona que regula de manera conti­nua el estres persistente.

Estas glándulas también son las responsables de la producción de las hormonas sexuales femeninas y masculinas, utilizando siempre al Colesterol como materia prima de todas ellas.

De esta manera, ante una situación de estres, nuestro cerebro da la orden para que se produzca la mayor cantidad posible de Cortisol (aumentando el Colesterol circulante en sangre para que pue­da estar biodisponible para generar dicha hormona), pero disminuye la formación de Estrógenos y Testosterona, ya que elige naturalmente dar prioridad a la defensa contra el estres. Esta es una de las razones por las que disminuye o desapare­ce el deseo sexual, en hombres y mujeres estresados, y aumentan los niveles de Colesterol en sangre, aún llevando una dieta saludable y reali­zando una correcta actividad física.

Si bien estos mecanismos de defen­sa son indispensables para que po­damos desarrollar nuestras activida­des en la vida cotidiana, cuando los factores estresantes se perpetúan en el tiempo, dan lugar a una pro­ducción ininterrumpida de Adrena­lina y Cortisol que desencadenarán enfermedades a corto, mediano o largo plazo, principalmente: Hiper­tensión Arterial. Enfermedades cardiovasculares. Aumento del Coleste­rol. Aumento de la grasa abdominal. Disminución de la masa muscular. Obesidad. Diabetes. Disminución de la masa ósea. Aumento del apetito. Acidez estomacal.

Alteración de la flora bacteriana intestinal, que se manifiesta frecuen­temente mediante el Síndrome de Colon Irritable. Disminución de la Se­rotonina cerebral, sustancia funda­mental para evitar las compulsiones por los dulces y harinas, para dormir bien, tener sensación de bienestar y felicidad, evitar las cefaleas, ansieda­des y ataques de pánico. Disminu­ción de las defensas.

Los niveles más altos de las hormonas del estrés se asocian significati­vamente con menores concentra­ciones de Inmunoglobulina IgA se­cretora, que proporciona defensas antivirales y antibacterianas, siendo el factor más importante de nuestra inmunidad en las mucosas del aparato digestivo, pulmones y tracto urinario. Toda persona joven o no, sometida a un gran stress, es más vulnerable a contagiarse cualquier infección por este mecanismo.

Aumento de la coagulación de la sangre, siendo esto muy peligroso ya que al actuar en conjunción con la Adrenalina también aumentada por el estres, puede conducir a infartos cardíacos o cerebrales (mecanismo de muerte neuronal) en personas aun jóvenes.

Estos eventos ocurren a lo largo de diferentes etapas o fases, según el tiempo en que hemos estado so­metidos al factor estresor. Podemos identificar 4 fases en el diagnóstico y el tratamiento del estres:

1) Fase aguda de alarma: respuesta normal y positiva del organismo al estrés.

2) Fase crónica de resistencia: permi­te al cuerpo soportar el estrés conti­nuo (dolor, fatiga, lesiones, etcétera) durante un largo tiempo.

3) Fase crónica de tentativa de man­tención: respuesta descompensa­da ante la persistencia del factor estresor, que obliga al organismo a producir altas concentraciones de cortisol dando lugar a sus efectos nocivos.

4) Fase de extenuación: respues­ta de agotamiento del cuerpo en que las glándulas suprarrenales no pueden mantenerse al día con el estres continuo y su creciente demanda de Cortisol, provocando una disminución de su producción. Este colapso se manifiesta de diver­sas maneras, ya sea con depresión grave, tendencias suicidas, asma, infecciones crónicas de las vías res­piratorias superiores, erupciones en la piel, colitis, úlcera duodenal gástrica, artritis reumatoidea, in­somnio, dolores de cabeza, fatiga, desmayos, sobrepeso y obesidad, palpitaciones, edema en las extre­midades, alteración de la memoria y dificultades del aprendizaje.

La Medicina Ortomolecular, mediante la evaluación médica minu­ciosa, análisis de laboratorio, estu­dios biofuncionales específicos y test de determinación del estado de neurotransmisores, posibilita diag­nosticar en qué etapa de padeci­miento del estres se encuentra cada paciente y en base a eso elaborar un plan terapéutico individual y perso­nalizado, adaptado a las característi­cas de cada paciente.

La Medicina Ortomolecular bus­ca optimizar el funcionamiento de nuestro organismo de manera natural, para hacerlo mucho más resistente. Para ello, se vale de antioxidantes y nutrientes denominados adaptógenos que tienen la capacidad de modular la actividad de las glándulas suprarrenales, per­mitiendo encontrar un punto de equilibrio funcional, de modo que el organismo pueda reaccionar de for­ma adecuada, positiva y controlada al stress durante periodos de tiempo prolongados.

Utiliza también nutracéuticos mitocondriales que retardan el envejeci­miento celular y aumentan el rendi­miento psico-físico. De esta manera la fatiga disminuirá naturalmente y mejorarán los síntomas, aumentan­do la autoestima y la libido, el entusiasmo, la habilidad para relajarse, la capacidad de disfrutar y el rendi­miento laboral. El paciente notará una disminución de la ansiedad, un aumento del interés, de la memoria y del aprendizaje.

Mediante la Medicina Ortomolecular podemos realizar tratamientos contra el estres y revertir sus con­secuencias, haciendo uso de herra­mientas naturales, que no tienen contraindicaciones y no generan de­pendencia física ni psíquica.

La clave está en reconocer los signos de alarma que nos manifiesta nues­tro propio cuerpo y buscar la ayuda apropiada para detener este pro­ceso conocido como HiperStress o Síndrome de Fatiga Crónica, lo más rápidamente posible, evitando así las graves consecuencias que puede desencadenar en el organismo.

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